Monday, November 21, 2005

Sueño 1120

Tengo un pajarito precioso, pequeño, entre negro y gris, brillante. Es muy listo y sé que con el tiempo llegaremos a comunicarnos. Me encanta, me hace muy feliz poseerlo. Le doy de comer de la mejor comida, la más rica, pero en cantidades desorbitadas. El pajarito se empacha, intenta descansar pero apenas tiene espacio, hay demasiada comida. Lo llevo en una especie de mochila que también es jaula. Sin querer descargo mi peso en él y a punto estoy de asfixiarlo. Tiene los ojos cerrados, ahora es entre naranja y amarillo. Está vivo aunque muy débil. Intento hacerle espacio en la jaula colocando mejor la comida pero lo que no puedo hacer es cerrarle la puerta para que pueda respirar. Sé que es un peligro pero si no, se ahogaría. Sé que lo estoy arriesgando todo y aún así, no cierro la jaula. La puerta de la calle está abierta, la puerta es muy grande, es la calle San Pedro de Mezonzo de Santiago entera. Veo cómo el pájaro sale de la jaula y se va a un arbolito. Todavía estoy tranquila porque lo veo y tengo la esperanza que cuando esté mejor vuelva a la jaula, tenemos mucho que aprender juntos, comunicarnos. Sin embargo, el pájaro se va a otro árbol donde hay más pájaros como él, se confunde con ellos y desaparece de mi vida. Necesito llorar y busco una excusa para hacerlo con todas las ganas del mundo.