Me apetece ir al gimnasio, a la piscina, y por eso cojo el autobús que me lleva hasta allí. Este va hasta arriba de gente, es verano y todos quieren ir a bañarse. Todo el mundo está alegre, cantan distintas canciones al unísono como la de “Soy un corazón tendido al sol”. Voy constantemente pendiente de un niño. Llegamos a nuestro destino; hay varias piscinas al aire libre llenas de gente. A mí lo que me apetece es nadar así que le digo a un monitor que se me acerca que prefiero ir a la piscina cubierta. Él me mete directamente en otro autobús haciéndome un favor ya que me llevará a una zona privilegiada. El recinto es como un parque de atracciones, hay algo parecido a una montaña rusa. En el bus está toda mi pandilla de antaño. Al entrar estoy algo cortada. El bus lleva alta velocidad. Por el camino hay un chico jugando con dos cachorros. El bus pasa por encima de ellos y deja a uno mal herido. Alguien dice que éste es el último bus que nos llevará a ese sitio. Llegamos a un lugar donde hay una enorme piscina completamente vacía de gente: es de lo más apetecible. Salgo a comentárselo al resto para que vean lo estupendo que es. Todos se ponen su bañador y ¡al agua! Yo me olvido la parte de abajo de mi bikini. La busco desesperada porque sin él no me podré bañar. Están varias amigas mías y hermanas de otras amigas. Hay una niña negra con su madre aprendiendo a nadar, de hecho hay una zona en la piscina para hacerlo pero por culpa de uno la niña se resbala y se hunde. La madre desesperada bucea buscando a su hija y yo la ayudo (pero esto dura poco). Sigo dando vueltas cerca de la piscina. Estoy increíblemente rabiosa porque me muero de ganas de bañarme. Algunas de la pandilla de antaño se ríen por no poder disfrutar como ellas, me dicen que me puedo bañar en ropa interior. Hablo con una, le digo que la verdad es que todo me da igual porque al fin y al cabo es un sueño y yo lo sé. Ella me mira con cara rara porque no se trata de un sueño. Doy vueltas y más vueltas desesperadamente buscando mi bikini. Una de mis grandes amigas no me hace mucho caso, ella lleva un bañador de natación y me lamento de no haber traído el mío. Por fin encuentro el bikini completo pero la parte de arriba está a punto de romperse porque los cordones se han convertido en finos hilos que a la mínima me quedo sin ellos. Tardo horas en poderlo poner. Llega un grupo de la Cruz Roja para sacar a todos de la piscina: es la hora de cerrar. Miro a través de una puerta con persiana: me ve la que antes se reía y le comenta a los demás de nuevo con risas que yo estoy allí detrás. Cuando ya puedo bañarme porque conseguí ponerme el bikini, no hay nadie en el agua. Me muero de rabia. He estado luchando por este momento y cuando lo logro todos desaparecen. Creo que ya no puedo bañarme. Alguien me acompaña. Se acerca un vigilante de pelo trigueño claro, con ojos grandes y saltones y de complexión fuerte. Le pido que me deje dar un bañito ya que fui la única que no lo hice. Él acepta sin reparos pero a mí ya no me apetece tanto. Quiero tirarme de cabeza pero temo que el agua esté demasiado fría y me dé un shock, y además no tiene gracia porque ya nadie se baña.